Hay quienes dicen que después de la tormenta sale el sol. Luego del feroz temporal que azotó gran parte de la provincia de Tucumán, salió el sol y dejó a la vista las consecuencias del fuerte diluvio que hizo estragos en miles de familias. Inundaciones, pérdidas materiales y evacuados fueron la imagen repetida en diferentes puntos de la provincia. En Los Pocitos el agua no dio tregua durante la noche del lunes y la madrugada de ayer y arrasó con las viviendas de vecinos que se vieron obligados a abandonar su hogar.

Con la llegada del día poco a poco el agua comenzó a descender, y la vida, lentamente, fue retomando su curso normal. En Los Pocitos los vecinos se encuentran ya acostumbrados a los daños ocasionados por las lluvias y saben cómo actuar. Muchos deben abandonar su vivienda en medio de la tempestad y refugiarse en el Centro Integrador Comunitario (CIC) hasta que la lluvia termine. Allí reciben asilo, ropa seca y comida, pero tarde o temprano, deben regresar a su casa y empezar la reconstrucción.

Acarreando criaturas

Cecilia Álvarez es una de las colaboradoras del CIC, vive en el barrio Hipólito Irigoyen, a orillas del canal y estuvo toda la noche allí ayudando a los vecinos. “En la tormenta empecé a acarrear criaturas, todo caminando hasta que llegó el camión de la comuna y me ayudaron. Empecé a preparar café, a pedir pan en las panaderías…”, detalla. Explica que ese lugar se convierte en refugio para los evacuados, donde se ayuda a las familias durante la noche para que puedan dormir cómodos, secos y también recibir un plato de comida caliente, pero sin embargo, a pesar de estar ahí, muchos (vecinos) están preocupados por lo poco que tienen. “Muchas mamas no quisieron venir porque tenían miedo de que les roben”, confiesa.

La vecina comenta que no estaban preparados para el temporal. Recuerda que la tormenta del lunes fue igual a la que, hace tres años, se llevó a su hermano Rodrigo Álvarez, quien hasta el día de hoy sigue desaparecido. La familia de Álvarez vive en las cercanías al canal, que con cada lluvia se desborda y arrasa. En esta ocasión, parte de las paredes del canal empezaron a derrumbarse y agravaron aún más la situación para los pobladores del barrio.

Agua y viento

Claudia Mabel Pacheco comenta que salió de su casa en medio del agua y el viento con los chicos para el CIC. Su mayor preocupación hoy no es la lluvia -a la que ya está acostumbrada- sino los cables que cuelgan de sus viviendas y que con el agua ponen en peligro su vida. Tienen miedo de que los cables se corten y electrocuten a alguien. Narra que durante la lluvia su marido salió de la casa para cubrir de alguna manera alguna de sus pertenencias y recibió un choque eléctrico. También comenta que hace pocos días se cortó un cable y electrocutó a un niño, pero que fue llevado urgentemente al hospital. “Gracias a Dios no le pasó nada”, dice emocionada.

PELIGRO. Las paredes del canal cedieron y el agua avanzó sobre las casas.

Angustiada todavía, pregunta: “¿Vos sabés lo que es venirte todos los años para acá?”. Está cansada, se la ve cansada y dice sentirse cansada, cansada de vivir así. “Siempre que llueve nos tenemos que venir acá en medio del agua”, insiste. Añade que se le mojó la cama, la tele y todo lo que tenía, porque mucho no se puede hacer para cuidarse del agua. Y vuelve al problema de los cables: “nosotros ya hemos pedido que los saquen. Una señora lloró para que saquen los cables de ahí y nadie te lleva el apunte”.

Miedo a los robos

Luisa del Carmen Guerrero tiene 63 años y está apoyada en una pared bajo la sombra. Ante el grito de Claudia se acerca a nosotros y nos cuenta su historia. Durante la noche de la tormenta dejó todo y corrió con sus nietos al CIC. “Es impresionante como estaba el agua adentro, no se podía estar”, dice (haciendo referencia a su hogar) mientras comenta que lo único que puede hacer cada vez que llueve es correr hacia el centro. “Tengo que dejar todo ahí, arriesgando a que me saquen las cosas, que me roben…”, revela.

Afligida por su casa (a la que todavía no volvió), que asegura debe estar llena de barro adentro, porque tiene piso de tierra, dice que no tiene ni idea cómo va a hacer para limpiar. Al igual que su vecina, pone énfasis en que, además de que el agua ha hecho desastres, corren peligro por los cables de alta tensión: “se corta un cable y morimos quemados”, concluye.

Es hora del mediodía y el menú para todos está listo en el CIC. Mientras termina de servir, Cecilia Álvarez nos invita a su casa y a ver el canal. Nos muestra una foto de Rodrigo, su hermano todavía desaparecido y señala que muy cerca de su vivienda, él fue visto por última vez durante un temporal el 2 de febrero de 2018.

La ropa al sol

En el precario terreno de Cecilia puede verse que el colchón se está secando al sol, la ropa de cama está tendida en una soga y algunos elementos personales también fueron puestos al aire libre para que se aireen.

BENDITO SOL. Ropa de cama y otros enseres se secan al aire libre.

El panorama es el mismo en lo de sus vecinos: casi todos sufrieron graves inundaciones, salvo alguno que tiene la suerte de tener una vivienda más alta.

El problema de esa zona es que todas las casillas y viviendas lindan con el canal Norte, que se desborda en cada tormenta y el agua entra con fuerza a las viviendas. “Estamos cerca del ‘cuadrado’, que es donde desemboca el canal y es muy triste todo esto”, resume Cecilia.

Evacuados

Se está buscando cómo reubicar a las familias afectadas

Alejandra Pedro, coordinadora del CIC de los Pocitos comenta que la tormenta ha sido un desborde y que no se esperaba tanta cantidad de agua. Con el correr de la noche, empezaron a recibir llamados de los vecinos y realizaron una asistencia primaria para albergar a las familias. Explica que se han evacuado aproximadamente 98 personas, entre adultos y menores que forman parte de 30 familias.  Paula González, trabajadora social del centro, añade que algunas familias pasaron la noche, otras se fueron a su casa cuando dejó de llover. Agrega que se está buscando cubrir las necesidades de los afectados en cuanto a pérdidas materiales para que puedan regresar a su hogar. “Los afectados son de dos asentamientos que ya históricamente tienen problemas, así que el municipio viene trabajando para ver si esas familias pueden ser relocalizadas”, anticipó.